Asesinato
en la Abadía
El
monje Felipe, estaba hablando con el Padre Héctor el Abad de un Monasterio en
España, sobre si convendría o no tener caballos para la distracción de los
trece monjes que vivían allí, era una Abadía Benedictina, con el lema de todas
estas Abadías “ora et labora” o sea reza y trabaja, por eso tenían plantaciones
de frutales y trigo y cebada y también hortalizas todo para consumo propio,
tenían una mujer que les cocinaba, para así ellos dedicarse al trabajo y la
oración.
Al
entrar el Monasterio tenía un crucifijo grande del tamaño real de Jesús, con un
Cristo colgado de la Cruz
y todo rodeado de las celdas de los monjes, el Crucifijo estaba en un jardín
precioso, lleno de Camelias de todos los tonos y colores.
El
único que tenía la llave del portón de entrada era el Abad, o sea el Superior y
la puerta se abría a las ocho de la mañana para empezar a trabajar la tierra, y
se cerraba a las seis de la tarde hora en que empezaban Vísperas (las oraciones
de la tarde), después a las doce rezaban Completas (las oraciones de la noche)
y a las cinco de la mañana rezaban Laudes (las oraciones de la mañana).
El
monje Felipe estaba a cargo de la
Hospedería , o sea de atender y dar alojamiento y comida a los
huéspedes, que se podían presentar en cualquier momento del día o de la noche,
por eso el pobre Felipe, casi ni dormía, esperando escuchar la campana de
bronce que podía sonar en cualquier momento, esa noche Felipe escuchó la
campana sonar y fue presuroso a atender, pero no había nadie, eso llamó mucho
la atención al monje ¿quién habrá sido el que tocó la campana y para qué? Si
después huyó, sin dejar rastro.
Luego
escuchó como quejidos en el patio interno donde estaba el Crucifijo, salió a
ver y pegó un grito que todos los monjes, incluyendo el Padre Héctor, fueron al
patio, y lo que veían sus ojos no lo podían creer el hermano Damián estaba
crucificado como Jesús y muerto, los quejidos que había escuchado Felipe eran
sus últimos hálitos de vida.
El
Padre Hector lo primero que hizo fue llamar al Inspector Le Mer, éste iba a
tener el deber de solucionar el caso imposible de resolver a primera vista.
¿Qué
trabajo tenía en la Abadía Damián ?,
preguntó el Inspector. Su trabajo era más externo, que interno en el
Monasterio, contestó Héctor, ¿A que se refiere con eso? Dijo Le Mer, andaba
todo el tiempo en una camioneta cuatro por cuatro y hacía las compras para la
cocina, contrataba trabajadores, por ejemplo albañiles para ampliar la Capilla y en lo último que
andaba era en la compra de caballos Percherones, porque queríamos que los
monjes aprendan a andar a caballo, así nos divertíamos un poco, total no violábamos
ninguna regla de la Orden ,
contestó el Padre Héctor.
Quién
o quiénes tienen llave da la puerta, solamente yo Inspector, y existe alguna
otra forma de acceso o salida del Monasterio, no ninguna contestó el Padre
Héctor, y le Mer le dijo pues es que tiene que haber otra forma de entrada o
salida, sino ¿Cómo entraron los que realizaron el asesinato?¿Pueden haber sido
monjes y no necesitaban entrar o salir? Oh no dijo el Padre Héctor, Damián era
muy querido por todos, el más popular y el más simpático, nadie de aquí podría
odiarlo en esa forma de crucificarlo, tan sanguinaria.
¿Tienen
escaleras altas acá? No tan altas como para subir al techo dijo el Padre, a no
ser que sea pasando la hospedería donde el techo es más bajo, pero el hermano
Felipe, el hospedero, los hubiera escuchado. Dijo Le Mer, traiganmelo al
hermano Felipe, necesito hablar con él a solas.
Mientras
estaban descolgando el cuerpo del hermano Damian y dándole cristiana sepultura
en el Cementerio del Monasterio.
Vino
Felipe con su cara de bonachón y dijo que no había sentido nada en el techo,
sólo una campanada y dijo que salió para ver quién era, pero no había nadie,
eso le pareció extraño a Felipe y a Le Mer, también. Este último pidió hablar
con todos los monjes y las personas que trabajaban a diario con los monjes, ya
sea de hace mucho tiempo o recientemente, cómo ejemplo de los primeros
tenían a la cocinera Isabel y cómo ejemplo
de los últimos los que les vendían los percherones.
Empezó
Le Mer a indagar a los doce monjes con sacerdotes y todo, porque aparte del
Padre Héctor estaba el Padre Osvaldo y no sacó nada contundente para incriminar
a ninguno.
Siguió
con Isabel, la cocinera, y la vió tan sumisa y pura, que no pudo encontrar nada
que la culpe.
Siguió
con el vendedor de caballos percherones Jorge y se dio cuenta que había tenido
muy poco trato con Damián, era completamente inocente, luego mandó a llamar del
Pueblo donde Damián hacía las compras al almacenero y su mujer, ambos eran
inocentes, pero Le Mer se dio cuenta que la mujer escondía algo ¿Qué será?
Bueno,
al terminar las entrevistas, se tomó una copa de jerez, junto a la cocina
económica, la de hierro y se reactivó totalmente el Inspector Le Mer, luego le
preguntó al Padre Héctor si los almaceneros podrían esconder algo, no le
contestó el Sacerdote, son gente muy honesta y nunca esconderían algo, el
Inspector se quedó con sus dudas, se puso a revisar el Monasterio y encontró
tras la iglesia una escalera hecha de piedra que iba hasta el campanario y si
se era muy ágil se podría tirar al suelo sin hacerse nada para escaparse, si
pero la entrada de nuevo por dónde la hacía, había muchos interrogantes en este
caso, me encomiendo a la Virgen Santísima
para averigúar la verdad.
Siguió
caminando hacia las caballerizas y
entró, allí se puso a revolver heno fresco para los caballos y descubrió unas
escaleras altísimas y dijo-¡Que suerte, dí con las escaleras!, con estas sin
dudas se llega al techo .Ya había comenzado a descubrir algo y no iba a parar
hasta llegar a la verdad.
Mientras
los monjes junto al Padre Héctor y al Padre Ovaldo, que estos dos últimos
hacían de Oficiantes, comenzaron la
Misa por el alma de Damián.
Pero
¿Quién utilizaba las escaleras?, se puso a indagar si había otras escaleras
afuera. Buscó y buscó pero nada fue encontrado, lo cual le parecía algo
insólito .Cómo tener escaleras para salir y no
para volver a entrar, todo esto iba discurriendo Le Mer.
Al
salir de la Abadía ,
se propuso pasar por el almacén de ramos generales que había en el pueblo, para
hablar con la esposa del dueño, la que estaba dubitativa en el interrogatorio,
pero esta vez la encontró serena y dueña de sí, lo que lo llenó más de dudas.
Le
Mer también suponía que las mismas escaleras que usaban para salir del
Monasterio las usaban para bajar y escaparse, pero tampoco podía ser ¿Cómo
estaban las escaleras adentro?, o bien se suponía que tenían otras escaleras
para bajar a los jardines, o sea al campo, o bien los que perpetraron el
asesinato se habían escondido en el establo o la última era, tenían otras
escaleras para bajar, pero ¿Dónde estaban? Eran muy largas para ocultarse
fácilmente y muy pesadas para transportar, eso no sería problema con los
campesinos acostumbrados a la fuerza bruta.
El
Inspector ordenó a sus policías que hicieran una redada por el campo y por
dentro de las casas del pueblo con una orden del Juez de campaña.
Comenzó
el rastrillaje del campo y lo hicieron hasta dos kilómetros a la redonda y no
encontraron nada.
A
la vez se estaba haciendo la requisa casa por casa y tampoco encontraron nada,
al Inspector le Mer , se le quemaban los papeles.
Resolvió
, para hacer algunas averiguaciones colocar policía de civil en las posadas, el
bar y cantinas del pueblo, que no eran muchos , pero iba a necesitar al menos
cinco hombres.
Una
vez puestos todos los hombres en las posadas, cantinas y el único bar. Le Mer
le dedicó tiempo a su hobbi la pintura realista, en realidad era tan meticuloso
que llevaba su obra al hiperrealismo, era viudo sin hijos y desde hace veinte
años que murió su esposa, nunca se fijó en otra mujer, la amaba con locura y de
la misma manera sufrió tan grande pérdida hubiera dado sin dudarlo su vida por
ella, pero Dios tenía dispuesta otra cosa, se puede morir la persona pero el
amor no muere nunca ni en este ni el otro Mundo y se cayó una lágrima por su
mejilla. Ya se hizo de noche y él se preparó un chocolate caliente, porque
afuera estaba bien frío. Se recostó en el sofá y se quedó dormido.
A
la mañana siguiente se dio un baño caliente reparador, se vistió y se fue
derecho a la Comisaría ,
allí estaban esperándolo los cinco policías apostados en fila, Le Mer, les hizo
la venia y ellos les respondieron y se
sentaron alrededor de una mesa redonda, a compartir las vivencias que habían
tenido , haber si se podía sacar algo en claro.
Luis
uno de los policías que era tosco y robusto, dijo que no había escuchado nada
que interese al caso él había estado en una de las posadas, después le llegó al
turno a Dionisio, que había estado en la otra posada y también dijo que no
había escuchado nada de interés, luego siguió Domingo que había estado en una
cantina y había oído hablar a unos borrachos, sobre cómo cuatro hermanos habían
dado muerte a un hombre, no dijeron el nombre de los hermanos ni del muerto,
muy bien Domingo- dijo Le Mer- se empieza a ver la punta del ice berg . Ahora
le tocó el turno a Pablo que había estado en la otra cantina y dijo sí yo escuché
lo mismo con un agregado, los cuatro hermanos eran hermanos de Isabel , la
cocinera de los monjes; muy bien hecho Pablo vamos por muy buen camino y tú
Marino que noticias nos traes del bar, las mismas de Pablo con el agregado que
el hombre que mataron fue crucificado; ya casi tenemos todo dijo Le Mer sólo
nos faltan algunas piezas al rompecabezas, la principal ¿Porqué lo matarón?,
dijo Marino si me deja otra noche en el bar, se lo averigüo, en el bar pasa
todo tipo de gente de alcurnia, asesinos, etc. es el mejor lugar para enterarse
de todo el chusmerío, cosas banales y cosas importantes. Entonces Le Mer se lo
permitió y se fue a descansar a su casa con su hermoso mastín ovejero belga,
totalmente negro era el perrito y era la única compañía que Le Mer tenía, en la
puerta de su casa se escuchó un ruido fuerte y era el ruido de un cuchillo, que
venía con una nota de amenaza, “si encuentras la verdad, pierdes tu vida” a la
cual Le Mer no le dio ninguna importancia, no quería morir pero si lo mataban
se iba con su querida esposa al Cielo a disfrutar para siempre.
Cerró
bien la puerta con dos llaves, como no lo hacía nunca, y bajó bien las
persianas de toda la casa, para ponerse a pintar y sentirse seguro, comenzó a
pintar y se sentía extraordinario, pleno, en un momento sintió que querían
abrir su puerta, sacó su escopeta recortada y disparó y le dio de lleno al
malhechor en el pecho, éste venía armado con dos pistolas y un cuchillo, o sea
venía para hacerle daño hasta incluso para matarlo, Le Mer dio gracias a Dios
por haberle permitido defenderse y pidió perdón por quitar una vida. Llamó a
sus hombres para que se llevaran el cuerpo y lo identificaran por sus huellas
dactilares. Resultó ser Martín Suárez el hermano mayor de Isabel la cocinera de
los monjes, ya se empezaban a atar los cabos. Ahí nomás Le Mer pidió hablar, al
Padre Héctor con su cocinera, el Padre por supuesto accedió y la llamó que
estaba en la cocina. Venga señorita le dijo Le Mer, siéntese, a ella le
tiritaban las manos de nervios, ahora cuénteme toda la verdad. Isabel comenzó
con el profundo amor que sentía por el hermano Damián, ah entonces ustedes
tenían relaciones sexuales, sí contestó ella, acaso es algo prohibido, no para
usted, pero para él si, rompía sus votos o eso no le interesa nada, preguntó Le
Mer, no no me interesa e ibamos a tener un hijo, está usted embarazada, si por
supuesto y le pedí que dejara el Monasterio y se casara conmigo, cómo él no
quiso mis hermanos lo mataron, como estaba hablando por despecho no se dio
cuenta de lo último que había dicho y se largo a llorar. Su hermano vino con
intenciones de matarme, en mi casa y yo lo maté ¡No no puede ser! Y dio
instrucciones para que detuvieran a los tres hermanos que faltaban, pero ya
estaban detenidos por Marino, un gran policía.
Y
se develó el misterio del Crímen en el Monasterio, pero cómo entraron a
crucificar al cuerpo, los asesinos lo develaron, había una zanja al lado del
muro norte del monasterio tapada con pasto y en esa larga zanja habían colocado
las escaleras para subir el cuerpo embolzado llevado entre los cuatro en dos
escaleras, desde allí dejaron el cuerpo arriba del techo, agarraron las
escaleras para subir y las subieron para ponerlas para bajar y bajaron, le
ataron la boca a Damián que todavía estaba vivo y lo clavaron a la cruz con
tres clavos igual que Jesús y luego se escaparon de la forma inversa a la que
habían entrado. Colocaron las escaleras en la zanja y se escaparon, no sin
antes regar bien de pasto la zanja.
Después
de algunos meses, nació Damián e Isabel seguía trabajando para el Monasterio.
Le
Mer continuó con sus pinturas y todo estaba en calma, gracias a Dios, dijo Le
Mer.
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