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viernes, 6 de julio de 2012

Asesinato en la Abadía


Asesinato en la Abadía




El monje Felipe, estaba hablando con el Padre Héctor el Abad de un Monasterio en España, sobre si convendría o no tener caballos para la distracción de los trece monjes que vivían allí, era una Abadía Benedictina, con el lema de todas estas Abadías “ora et labora” o sea reza y trabaja, por eso tenían plantaciones de frutales y trigo y cebada y también hortalizas todo para consumo propio, tenían una mujer que les cocinaba, para así ellos dedicarse al trabajo y la oración.
Al entrar el Monasterio tenía un crucifijo grande del tamaño real de Jesús, con un Cristo colgado de la Cruz y todo rodeado de las celdas de los monjes, el Crucifijo estaba en un jardín precioso, lleno de Camelias de todos los tonos y colores.
El único que tenía la llave del portón de entrada era el Abad, o sea el Superior y la puerta se abría a las ocho de la mañana para empezar a trabajar la tierra, y se cerraba a las seis de la tarde hora en que empezaban Vísperas (las oraciones de la tarde), después a las doce rezaban Completas (las oraciones de la noche) y a las cinco de la mañana rezaban Laudes (las oraciones de la mañana).
El monje Felipe estaba a cargo de la Hospedería, o sea de atender y dar alojamiento y comida a los huéspedes, que se podían presentar en cualquier momento del día o de la noche, por eso el pobre Felipe, casi ni dormía, esperando escuchar la campana de bronce que podía sonar en cualquier momento, esa noche Felipe escuchó la campana sonar y fue presuroso a atender, pero no había nadie, eso llamó mucho la atención al monje ¿quién habrá sido el que tocó la campana y para qué? Si después huyó, sin dejar rastro.
Luego escuchó como quejidos en el patio interno donde estaba el Crucifijo, salió a ver y pegó un grito que todos los monjes, incluyendo el Padre Héctor, fueron al patio, y lo que veían sus ojos no lo podían creer el hermano Damián estaba crucificado como Jesús y muerto, los quejidos que había escuchado Felipe eran sus últimos  hálitos de vida.







El Padre Hector lo primero que hizo fue llamar al Inspector Le Mer, éste iba a tener el deber de solucionar el caso imposible de resolver a primera vista.
¿Qué trabajo tenía en la Abadía Damián?, preguntó el Inspector. Su trabajo era más externo, que interno en el Monasterio, contestó Héctor, ¿A que se refiere con eso? Dijo Le Mer, andaba todo el tiempo en una camioneta cuatro por cuatro y hacía las compras para la cocina, contrataba trabajadores, por ejemplo albañiles para ampliar la Capilla y en lo último que andaba era en la compra de caballos Percherones, porque queríamos que los monjes aprendan a andar a caballo, así nos divertíamos un poco, total no violábamos ninguna regla de la Orden, contestó el Padre Héctor.
Quién o quiénes tienen llave da la puerta, solamente yo Inspector, y existe alguna otra forma de acceso o salida del Monasterio, no ninguna contestó el Padre Héctor, y le Mer le dijo pues es que tiene que haber otra forma de entrada o salida, sino ¿Cómo entraron los que realizaron el asesinato?¿Pueden haber sido monjes y no necesitaban entrar o salir? Oh no dijo el Padre Héctor, Damián era muy querido por todos, el más popular y el más simpático, nadie de aquí podría odiarlo en esa forma de crucificarlo, tan sanguinaria.
¿Tienen escaleras altas acá? No tan altas como para subir al techo dijo el Padre, a no ser que sea pasando la hospedería donde el techo es más bajo, pero el hermano Felipe, el hospedero, los hubiera escuchado. Dijo Le Mer, traiganmelo al hermano Felipe, necesito hablar con él a solas.
Mientras estaban descolgando el cuerpo del hermano Damian y dándole cristiana sepultura en el Cementerio del Monasterio.
Vino Felipe con su cara de bonachón y dijo que no había sentido nada en el techo, sólo una campanada y dijo que salió para ver quién era, pero no había nadie, eso le pareció extraño a Felipe y a Le Mer, también. Este último pidió hablar con todos los monjes y las personas que trabajaban a diario con los monjes, ya sea de hace mucho tiempo o recientemente, cómo ejemplo de los primeros tenían  a la cocinera Isabel y cómo ejemplo de los últimos los que les vendían los percherones.





Empezó Le Mer a indagar a los doce monjes con sacerdotes y todo, porque aparte del Padre Héctor estaba el Padre Osvaldo y no sacó nada contundente para incriminar a ninguno.
Siguió con Isabel, la cocinera, y la vió tan sumisa y pura, que no pudo encontrar nada que la culpe.
Siguió con el vendedor de caballos percherones Jorge y se dio cuenta que había tenido muy poco trato con Damián, era completamente inocente, luego mandó a llamar del Pueblo donde Damián hacía las compras al almacenero y su mujer, ambos eran inocentes, pero Le Mer se dio cuenta que la mujer escondía algo ¿Qué será?







Bueno, al terminar las entrevistas, se tomó una copa de jerez, junto a la cocina económica, la de hierro y se reactivó totalmente el Inspector Le Mer, luego le preguntó al Padre Héctor si los almaceneros podrían esconder algo, no le contestó el Sacerdote, son gente muy honesta y nunca esconderían algo, el Inspector se quedó con sus dudas, se puso a revisar el Monasterio y encontró tras la iglesia una escalera hecha de piedra que iba hasta el campanario y si se era muy ágil se podría tirar al suelo sin hacerse nada para escaparse, si pero la entrada de nuevo por dónde la hacía, había muchos interrogantes en este caso, me encomiendo a la Virgen Santísima para averigúar la verdad.
Siguió caminando hacia las caballerizas  y entró, allí se puso a revolver heno fresco para los caballos y descubrió unas escaleras altísimas y dijo-¡Que suerte, dí con las escaleras!, con estas sin dudas se llega al techo .Ya había comenzado a descubrir algo y no iba a parar hasta llegar a la verdad.
Mientras los monjes junto al Padre Héctor y al Padre Ovaldo, que estos dos últimos hacían de Oficiantes, comenzaron la Misa por el alma de Damián.





Pero ¿Quién utilizaba las escaleras?, se puso a indagar si había otras escaleras afuera. Buscó y buscó pero nada fue encontrado, lo cual le parecía algo insólito .Cómo tener escaleras para salir y no  para volver a entrar, todo esto iba discurriendo Le Mer.
Al salir de la Abadía, se propuso pasar por el almacén de ramos generales que había en el pueblo, para hablar con la esposa del dueño, la que estaba dubitativa en el interrogatorio, pero esta vez la encontró serena y dueña de sí, lo que lo llenó más de dudas.
Le Mer también suponía que las mismas escaleras que usaban para salir del Monasterio las usaban para bajar y escaparse, pero tampoco podía ser ¿Cómo estaban las escaleras adentro?, o bien se suponía que tenían otras escaleras para bajar a los jardines, o sea al campo, o bien los que perpetraron el asesinato se habían escondido en el establo o la última era, tenían otras escaleras para bajar, pero ¿Dónde estaban? Eran muy largas para ocultarse fácilmente y muy pesadas para transportar, eso no sería problema con los campesinos acostumbrados a la fuerza bruta.
El Inspector ordenó a sus policías que hicieran una redada por el campo y por dentro de las casas del pueblo con una orden del Juez de campaña.
Comenzó el rastrillaje del campo y lo hicieron hasta dos kilómetros a la redonda y no encontraron nada.
A la vez se estaba haciendo la requisa casa por casa y tampoco encontraron nada, al Inspector le Mer , se le quemaban los papeles.
Resolvió , para hacer algunas averiguaciones colocar policía de civil en las posadas, el bar y cantinas del pueblo, que no eran muchos , pero iba a necesitar al menos cinco hombres.





Una vez puestos todos los hombres en las posadas, cantinas y el único bar. Le Mer le dedicó tiempo a su hobbi la pintura realista, en realidad era tan meticuloso que llevaba su obra al hiperrealismo, era viudo sin hijos y desde hace veinte años que murió su esposa, nunca se fijó en otra mujer, la amaba con locura y de la misma manera sufrió tan grande pérdida hubiera dado sin dudarlo su vida por ella, pero Dios tenía dispuesta otra cosa, se puede morir la persona pero el amor no muere nunca ni en este ni el otro Mundo y se cayó una lágrima por su mejilla. Ya se hizo de noche y él se preparó un chocolate caliente, porque afuera estaba bien frío. Se recostó en el sofá y se quedó dormido.
A la mañana siguiente se dio un baño caliente reparador, se vistió y se fue derecho a la Comisaría, allí estaban esperándolo los cinco policías apostados en fila, Le Mer, les hizo la venia  y ellos les respondieron y se sentaron alrededor de una mesa redonda, a compartir las vivencias que habían tenido , haber si se podía sacar algo en claro.
Luis uno de los policías que era tosco y robusto, dijo que no había escuchado nada que interese al caso él había estado en una de las posadas, después le llegó al turno a Dionisio, que había estado en la otra posada y también dijo que no había escuchado nada de interés, luego siguió Domingo que había estado en una cantina y había oído hablar a unos borrachos, sobre cómo cuatro hermanos habían dado muerte a un hombre, no dijeron el nombre de los hermanos ni del muerto, muy bien Domingo- dijo Le Mer- se empieza a ver la punta del ice berg . Ahora le tocó el turno a Pablo que había estado en la otra cantina y dijo sí yo escuché lo mismo con un agregado, los cuatro hermanos eran hermanos de Isabel , la cocinera de los monjes; muy bien hecho Pablo vamos por muy buen camino y tú Marino que noticias nos traes del bar, las mismas de Pablo con el agregado que el hombre que mataron fue crucificado; ya casi tenemos todo dijo Le Mer sólo nos faltan algunas piezas al rompecabezas, la principal ¿Porqué lo matarón?, dijo Marino si me deja otra noche en el bar, se lo averigüo, en el bar pasa todo tipo de gente de alcurnia, asesinos, etc. es el mejor lugar para enterarse de todo el chusmerío, cosas banales y cosas importantes. Entonces Le Mer se lo permitió y se fue a descansar a su casa con su hermoso mastín ovejero belga, totalmente negro era el perrito y era la única compañía que Le Mer tenía, en la puerta de su casa se escuchó un ruido fuerte y era el ruido de un cuchillo, que venía con una nota de amenaza, “si encuentras la verdad, pierdes tu vida” a la cual Le Mer no le dio ninguna importancia, no quería morir pero si lo mataban se iba con su querida esposa al Cielo a disfrutar para siempre.
Cerró bien la puerta con dos llaves, como no lo hacía nunca, y bajó bien las persianas de toda la casa, para ponerse a pintar y sentirse seguro, comenzó a pintar y se sentía extraordinario, pleno, en un momento sintió que querían abrir su puerta, sacó su escopeta recortada y disparó y le dio de lleno al malhechor en el pecho, éste venía armado con dos pistolas y un cuchillo, o sea venía para hacerle daño hasta incluso para matarlo, Le Mer dio gracias a Dios por haberle permitido defenderse y pidió perdón por quitar una vida. Llamó a sus hombres para que se llevaran el cuerpo y lo identificaran por sus huellas dactilares. Resultó ser Martín Suárez el hermano mayor de Isabel la cocinera de los monjes, ya se empezaban a atar los cabos. Ahí nomás Le Mer pidió hablar, al Padre Héctor con su cocinera, el Padre por supuesto accedió y la llamó que estaba en la cocina. Venga señorita le dijo Le Mer, siéntese, a ella le tiritaban las manos de nervios, ahora cuénteme toda la verdad. Isabel comenzó con el profundo amor que sentía por el hermano Damián, ah entonces ustedes tenían relaciones sexuales, sí contestó ella, acaso es algo prohibido, no para usted, pero para él si, rompía sus votos o eso no le interesa nada, preguntó Le Mer, no no me interesa e ibamos a tener un hijo, está usted embarazada, si por supuesto y le pedí que dejara el Monasterio y se casara conmigo, cómo él no quiso mis hermanos lo mataron, como estaba hablando por despecho no se dio cuenta de lo último que había dicho y se largo a llorar. Su hermano vino con intenciones de matarme, en mi casa y yo lo maté ¡No no puede ser! Y dio instrucciones para que detuvieran a los tres hermanos que faltaban, pero ya estaban detenidos por Marino, un gran policía.





Y se develó el misterio del Crímen en el Monasterio, pero cómo entraron a crucificar al cuerpo, los asesinos lo develaron, había una zanja al lado del muro norte del monasterio tapada con pasto y en esa larga zanja habían colocado las escaleras para subir el cuerpo embolzado llevado entre los cuatro en dos escaleras, desde allí dejaron el cuerpo arriba del techo, agarraron las escaleras para subir y las subieron para ponerlas para bajar y bajaron, le ataron la boca a Damián que todavía estaba vivo y lo clavaron a la cruz con tres clavos igual que Jesús y luego se escaparon de la forma inversa a la que habían entrado. Colocaron las escaleras en la zanja y se escaparon, no sin antes regar bien de pasto la zanja.







Después de algunos meses, nació Damián e Isabel seguía trabajando para el Monasterio.
Le Mer continuó con sus pinturas y todo estaba en calma, gracias a Dios, dijo Le Mer.

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